sábado, 30 de julio de 2011

Redobles de tambor

El tambor de Hojalata, de Günter Grass, fue un disparo certero hacia mi cerebro. Lo devoré con impaciencia y dolor un verano demasiado difícil para mí. Me costó engullir las injusticias, travesuras, desventuras y trivialidades que encierra este libro, cuyo pequeño personaje termina presentándose inabarcable.
A pesar de esto, creo que Oscar, el del tambor, decide deliberadamente que lo enjuicien, que le entablen un proceso porque es culpable de crímenes mucho más atroces que aquél por el que finalmente se lo acusa (el asesinato de su "querida" Dorotea, realmente ejecutada por su compañera). Sí, él ha matado sin piedad. Sí, carece de escrúpulos. Pero no ha asesinado a la enfermera. Y sin embargo, los asesinatos de los otros, los de sus presuntos padres (el padre putativo y el oficial), no podrán ser descubiertos jamás. Es culpable, aunque nunca lo sepan, y le divierte escapar de la justicia, porque sabe que, al final, no habrá más alternativa que absolverlo....Es un gran cínico, que juega a aceptar que ha hecho daños enormes, sin proporción con su pequeñísimo tamaño.

la idea tiene copyright, sabélo ;)

Bitácora sin culpas

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